La JukeBox del Pub

viernes, 29 de agosto de 2008

Carmelita.

Habíamos quedado a las seis y media de la mañana para poder darle el último adiós sin terceros por el medio.


Carlos y Manolo estaban tomando posiciones cuando les salude con la cabeza. Siempre los vi con sus sempiternos cigarrillos colgados del labio inferior. En eso era en lo único que coincidían en su aspecto, pues si uno era alto y fuerte, el otro era bajo y rechoncho.

-A la Buena de Dios.

-Buenos días.

-Hombre el momento no lo valoro yo como para decir que es un buen día. Al menos para Carmelita.

Manolo señaló con la mandíbula en dirección al deposito.

-Parece mentira que hayan pasado tantos años desde que la vi por primera vez. Veinte años, por aquel entonces yo todavía estaba soltero, y estaba todo el día trabajando con ella. De sol a sol. Era fogosa y con nervio, pero...

-Dilo Manolo. Reconócelo: Tantos hombres y cientos de manos abusando de ella lograron que acabara así.

-Pero hubo algunos como nosotros que siempre tuvimos un cierto cariño, y jamás la forzamos.

-Ejem...

-¿Qué? ¿Acaso tienes algo que decirme, Edgar?

-Yo la conocía por mi padre. Recuerdo el primer día que me hice cargo de Carmelita:

Hace apenas un año, tu me la presentaste como algo fuerte y que solo aparentaba ser más vieja de lo que era por estar ajada, pero cuando me acerque a ella y comprobé por mí mismo su estado... Creí que me había precipitado al comentarle al jefe que podría llegar a la primavera siguiente si yo podía usar mis conocimientos. Pero ya veis que ni ha llegado a medio invierno. Todo esta perdido.

-El problema fue que cuando comenzaron los achaques, el jefe se empecinó en aprovecharse de la fama de vieja gloria para “tirar” del negocio... Pues las nuevas, no están siendo muy robustas y siempre están dando problemas.

Carlos se removió al ver pasar a los operarios con las palas, finalmente escupió al rastro dejado por estos y dijo:

- La Carmelita era de otra generación, pensad que había sobrevivido a una guerra. Estaban hechas de otra pasta, no como las de ahora. Incluso ayudó al transporte de heridos de un sitio a otro. Y eso que su tarea no era para nada esa. Pero cuando uno es viejo no puedes mantener el mismo ritmo que antes.

-Sí, Carlos. Eso y forzarla a trabajar acabo con ella ayer por la tarde. Siempre nos hemos escondido los temores con la excusa de: “Es Carmelita, aguanta lo que sea, incluso en invierno. No hace falta preliminares, solo mover un poco el asunto y listos”.

-Cierto, pero a la larga necesitó de más ayuda que ninguna de sus hermanas para arrancar por las mañanas. Si incluso el jefe bajó del burro, aquella vez en pleno enero.

Manolo y yo movimos la cabeza afirmativamente. Yo le dije:

-Dejó que usáramos aceite caliente para animarla a moverse. Eso me dolió porque fue el principio del fin.

-Si. Y pareció funcionar al principio. Aguantaba las duras jornadas con los clientes más exigentes: Los niños.

-Cierto. Ella fue su primera maestra sobre la vida del puerto y los mares. En fin vamos allá antes que llegué la excavadora y la destroce. A la salud de “Carmelita”, la barca del puerto con más fama del mundo entero.

Fin



4 comentarios:

Bloggesa dijo...

jeje, ¡qué picarón eres!

Blackjoker dijo...

Por???? Acaso creías que estaba escribiendo sobre otra cosa...?

;-D

Besos a todos.

Susana dijo...

ains bloggesa que mente sucia tienes...con lo angelical que es blackjoker xd xd

Bloggesa dijo...

¿Yo mente sucia?

Pensaba que era una borriquilla.
Lo que ya no me cuadraba era lo del aceite caliente...

Ejem, ejem...