La JukeBox del Pub

miércoles, 25 de febrero de 2009

El precio de la fama. El Gran Edgarini (III)

Desde aquel día en que tuvo en sus manos por primera vez las Cartas , Edgar nunca dudó de la veracidad de las palabras de Amalio.
No obstante, su deseo de volver a ser alguien en la elite, pudo con su prudencia.
Ahora, tres meses después estaba desolado, Los Naipes habían fallado.
En cada uno de sus numeros, la baraja era admirada por su magia y sus efectos de adivinación, desaparición. Era magia auténtica.
Edgar esta sentado ante su espejo en el camerino. Ante él se encuentran las cartas, quietas. Desde la noche anterior, el mago no las había tocado sin protección.
Se quito los guantes y se dispuso a cogerlas, cuando unos golpes rompieron el silencio de la habitación.
-Cinco minutos a escena, señor mago.
-Ya voy muchacho. Dame un segundo.
Sus dedos temblaban mientras su mano esta cada vez más cerca de la baraja.
Por un segundo, su mente duda. "¿Realmente podré hacer un número más?", piensa el anciano.
En el tiempo discurrido con las Cartas en su poder, Edgar haía subid hasta lo más alto en pocos días, para mantenerse en la cúspide... al menos hasta anoche: Cuando las cartas habían fallado sin aparecer de nuevo en su mano. Pero lo peor fue ese dolor dentro de su cabeza, como si alguien le clavará un tubo candente en el centro del cerebro y luego lo extrajera con una aspiradora. Se desmayó.
A la mañana siguiente se despertó en su cama con Amalio al lado, con las Cartas en la mesilla de noche:
-Debes jubilarte, Edgar. Guarda las cartas y olvidate de ellas o la próxima vez acabarán contigo.
Edgar se incorporó y noto todo su cuerpo dolorido, especialemente su cabeza:
-¿Que pasó anoche, Amalio?
Este respondió moviendo la cabeza negativamente:
-Que más da, lo único que importa es que ha llegado el momento de colgar la chistera. Estás en lo más alto, dejalo ahora o te matarás.
Edgar intentó incorporarse, pero un fuerte mareo le invadió e hizo que su cuerpo se rindiera, cayendo en la cama.
-Ves lo que te digo. Estas débil. Dame los Naipes, Edgar. Sabré donde ocultarlos hasta que se rompa el vínculo.
El anciano miró a los ojos de su amigo. Sonrió:
-Hágamos un trato. Esta noche será la última del Gran Edgarini, me despido con las cartasy te las entrego ante el público que te parece.
Amalio repitió su gesto de negación:
-Sabes que puedes morir. Pero con lo cabezota que eres, prefiero que te arriesgues a que te largues y sufras algo peor en tu intento de permanecer en la cúspide.
Edgar se acercó a su amigo y le abrazó.
El gran mago piensa en todo lo ocurrido hasta esa mañana, hacía unas horas lo tenía claro: hacer un último numero y desaparecer del mundo del espectáculo.
Pero con su mano a milímetros de tocar la baraja, su mente ha recordado el dolor y el miedo de cada vez que usaba esos naipes mágicos. Esta podría ser su perdición y su cuerpo se niega ha colaborar.
Amalio esta sentado en primera fila. Sus manos están aferrado la cabeza de marfil de su bastón.
"Edgar no lo hagas. esto te va a matar."
El patio de butacas esta a rebosar, no quedan localidades libres. Parte del público están haciendo apuestas sobre si el viejo fallará de nuevo.
Minutos después, la gente empieza a ponerse nerviosa. Algo ocurre, el mago no aparece, Amalio tiene malos presagios.
Cuando decide que quizás es mejor ir al camerino para comprobar el estado de su amigo, la música y las luces dan paso a la apertura del telón.
Para sorpresa de todos, el escenario esta vacio.
Pasados unos segundos, una voz suena entre bambalinas:
-Damas y caballeros, bienvenidos. Como habrán adivinado, soy El Gran Edgarini. Esta noche les ofrezco un numero muy especial. Preparense para el Truco Final.
Una explosión de humo blanco hace aparecer a Edgar ataviado con su chaqué clásico, su capa negra forrada de terciopelo rojo, su chistera y el toque personal de su personalidad: la nariz roja de payaso.
El público aplaude apasionadamente, como si Edgar fuera una estrella del rock.
El anciano hace una reverencia y con su mano derecha en alto muestra la Baraja Mística, que increíblemente esta rodeada por una aura roja muy brillante.
-Ahora, señoras y señores, presten mucha atención: Estas cartas no son una baraja cualquiera. Pertenecían al gran mago Ming Fu, quién a pesar de su gran poder y mayor sabiduría, no supo controlar a tiempo. Desgraciadamente, un servidor no es digno de superarle en poder...
Edgar muestra la baraja desplegada en abanico ante el respetable,mientras anda de un lado a otra del proscenio.
-Aunque si creo tener una pizca más de sabiduría. Hoy, me dispongo ha realizar el truco más difícil de mi vida. Voy a liberar a la baraja.
Amalio logra levantarse como un resorte, a pesar d su edad y sus achaques. Un grito sale de su garganta:
-Nooo! Detente, Edgar! Eso es muy peligroso!
Pero Edgar apenas le oye, la gente al creerle parte del numero, aumenta la intensidad de sus aplausos y gritos de animo.
-ALLÁ VOY!
El mago levanta ambas manos hacía el techo. El aura de la baraja aumenta hasta llegar a iluminar el escenario y parte del público, incluido un Amalio que tata de alcanzar la escalera para acceder al escenario en un vano intento de detener a su amigo.
-HOPLA!

Un destello ciega a todo el mundo. Amalio grita con todas sus fuerzas

uniendóse al del resto de espectadores.
La luz desaparece dejando el teatro en un ambiente de tensión. Todo el misticismo ha desaparecido. Edgar está con las manos en alto, y las cartas esparcidas por el suelo. Nada de magia.
Nadie se mueve. Solo se oyen las respiraciones de la gente. Amalio se ha quedado en medio de los escalones esperando el desastre, pero ahora su cara refleja la misma perplejidad que la del resto de gente.
Edgar solo ha dejado caer las cartas al suelo.Su voz es calmada y serena:
-Al principio no lo entendí. Pero esta tarde lo he visto claro: Soy un viejo soñador que deseaba morir con las botas puestas, pero que en realidad a lo que teme no es ser olvidado, si no a defraudarse a si mismo. Por eso, damas y caballeros, después de esta nueva gira acompañado de la Baraja Mística, ha llegado el momento de retirarse. Siento que no les haya gustado el espectáculo, pero si bien no es forma de cerrar la vida profesional muy lógica. Nada en el mundo de la magia lo es. Buenas noches y gracias por su paciencia.Hasta siempre.
Edgar se dirige hacía las bambalinas para hacer mutis, cuando creyendo que los gritos el público son de enfado, Amalio le abraza y le obliga a mirar al escenario.
Las cartas están flotando por todo el teatro encima del público. Como decenas de pájaros, las cartas van cambiando de formación.
Los gritos en realidad, eran de sorpresa, algunos espectadores se ponen de pie y aplauden extasiados.
Nunca se sabe quién lo empieza, pero en esta ocasión es el propio Amalio quién aplaude y grita el nombre de su amigo, contagiando al resto de la gente:
-EDGARINI! EDGARINI!
Edgar devuelve el abrazo a su amigo y acomodándose la capa vuelve a salir al escenario.
La masa le aclamacomo a un emperador, mientras las cartas se dirigen hacía él. Cuando llegan a la altura del mago, estan le rodean, para luego formar en su mágico vuelo las palabras:
"GRACIAS. ADIOS."
Edgar piensa en todo lo ocurrido y por fin entiende que las cartas estaban cansada y que habían agotado su energía propia, por eso llevaron a la tumba al Gran Mingu Fu. Pero Edgar, al prometerles en el camerino que les daría un descanso digno, estas le habían proporcionado una despedida excepcional. El mago extiende su mano derecha con la palma hacía arriba.
Todas las cartas se reunen para formar la baraja en la mano del anciano prestigitador.
Edgar hace una reverencia ante un público extasiado, mientras oye como el tramoyista grita:
-Chicos: Abajo el telón.


FIN

2 comentarios:

Bloggesa dijo...

Una nariz roja...

Me parece que está usted bajo el influjo de alguna "hada" cautivadora.

Un beso.

Blackjoker dijo...

¡Hombre! Vos por aquí, milady. Ciertamente, tengo hadas cautivadoras que me inspiran, vos misma sois una de ellas;-D. Es un honor volver a verte por aquí. B.a.T. BJ.