La JukeBox del Pub

domingo, 11 de enero de 2009

El mundo real y las fantasias (Amar en sueños VIII)

Sandra.

Ella era Sandra. En apenas una hora, había pasado de verse encerrada en una habitación acolchada y amordazada, creyendo ser Elsa hija de un eminente ingeniero que había logrado hacerla viajar al pasado para evitar la muerte de su hermano Eric, a ser la loca Sandra prometida con Eric su supuesto hermano y presentada a su futura familia; incluida la propia Elsa.

La siguiente hora había sido iniciada con un momento un poco violento y tenso al “verse” a sí misma saludándola:

-Hola Sandra. ¿Qué tal estás?

Su mirada iba de Elsa y a su propio cuerpo. ¿Cómo había llegado a creerse toda aquella historia?

-Bi... Bien. Estás muy guapa con ese nuevo corte de pelo.

-Gracias. Oye Sandra, disculpa que te deje pero has tardado un poco en salir y se me hace tarde. El próximo día vendré con tiempo.

Elsa se le acerca y le planta dos besos. El cuerpo de Sandra se tensa. Ese olor...

-Esto, ya hemos terminado. No te ofendas querida, pero yo también tengo prisa.

Eric coge del brazo a su madre:

-Mamá!!! ¿Qué significa esto, me prometiste que no armarías follón y esto es lo que haces?

-Mira, entiendo que la hubieses amado y que te sientas culpable, pero esto es pedir demasiado. Esa chica ya no es la Sandra que amabas. ¿Para qué hacerla sufrir?
Yo me voy.

-Mamá!!! MAMÁ!

Eric sigue a su madre, que esta saliendo del centro. Solo quedan una Sandra a punto de llorar y el padre de su prometido.

-Si no le importa, profesor. Yo me voy a mi habitación. Querrá disculparme a Eric por no despedirme de él.

-Esto... claro, cariño. Siento todo esto y te pido perdón en nombre de mi mujer. Verás... no ha aceptado lo ocurrido la última vez que os visteis.

La cara de Sandra muestra tal perplejidad que el hombre sigue:

-Veo que lo que me contó Eric es cierto: No recuerdas nada. Bueno hará cosa de unas semanas, viniste a cenar. Cuando saliste de casa te encontraste mal. Un ligero mareo que atribuimos al vino. Eric se ofreció a llevarte a casa, por que como sabes no bebe.
-Y bien?
El profesor parece incómodo. Pasa el peso del cuerpo de un pie al otro, hasta empezar hablar con apenas un hilo de voz:

-Al cabo de un par de horas, se desató una tormenta y te presentaste sola con el coche de Eric diciendo que te había viloado y que estaba muerto.

-No lo recuerdo.

-Te creo. Pero cuando su madre estaba asimilando esa terrible verdad, apareció Eric con tu coche explicando que te habías vuelto a marearte y que mientras te preparaba la cama, saliste de tu casa quitándole el coche y gritando como un loca.

-¿Pero porque me ha pasado esto? ¿Quién soy yo, profesor?

-Alguien perdido en su mente. Lo que no tengo claro es si te has perdido o te han hecho perder. Por eso...

-¿Que quiere decir?

-Bueno... el doctor Rialta nos ha dado claras instrucciones de no darte detalles de tu pasado reciente. De hecho, ya que me he saltado las normas explicándote porque mi mujer te aborrece, y disculpa por el término, creo que puedo darte más información.

-No le entiendo.

-Creo que debo advertirte de que hemos fallado en nuestro objetivo y tu has sido has sido víctima de un transtorno por nuestra causa.

-¿De qué me esta hablando?

El hombre coge del codo a la muchacha y la dirige hacía el centro del jardín donde hay un surtidor. Mientras sigue al profesor, Sandra se percata que el objetivo de su suegro es esconderla de la vigilancia de los celadores. Para ello, el ingeniero la hace ir hacía el surtidor del jardín, que se encuentra cruzando la pista de fútbol, donde unos pacientes juegan.
Los celadores al ver que los dos se alejan demasiado, salen de su relajación y empiezan a ganarles terreno. Aunque para suerte de los prófugos, los vigilantes cometen el error de pisar el terreno de juego, dando lugar a un caos generado por el paciente que hace las veces de arbitro. Este les impide el paso con la voz en cuello:

-Falta técnica!!! Invasión del campo!!! Que alguien saque a esos espontáneos del césped! Ya!

El primer celador trata de inmovilizar al paciente, lo que provoca el resto de participantes se abalance a ellos provocando la alerta en todo el recinto. Todo el personal disponible sale hacía el tumulto creado alrededor de los dos celadores, que superados en numero yacen en posición fetal en el suelo recibiendo las patadas de los enfurecidos pacientes, mientras el arbitro saca infinidad de tarjetas rojas de su bolsillo:

-Expulsados todos! ¡Me quejaré a la Fiat y los que llevan los maletines llenos de euros! Parad de usar la violencia en mi campo de juego!

Con todo el pandemonium formado, nadie se percata de que el profesor, en contra de lo que creía Sandra no la conduce hacía el jardín central, la esta llevando hacía el edificio.

-¿Dónde vamos?

-A casa.

Continuará...

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