La JukeBox del Pub

lunes, 26 de enero de 2009

El vinculo: El Gran Edgarini (III)

Tres meses habían pasado desde aquel encuentro. Creía que nada podía detenerle... Salvo su enfermedad.

Pero tras ese tiempo de resucitar entre la comunidad mágica y blandir de nuevo su título de gran maestro, todo se estaba desmoronando ante sus narices.

Cuando encontró esa baraja, jamás hubiera creído que fueran auténticamente mágicas. Diseñadas para hacer un numero, ¡Por supuesto! Pero de ahí a estar encantadas...

Aun recordaba la primera vez que se dio cuenta:

Después de sacarlas de su caja, una especie de electricidad le recorrió el brazo.

"¡Bah! Electricidad estática" pensó.

Mas tarde, durante la sobremesa en el piso de arriba de la tienda, Edgar aprovechó para contarle a Amalio su curioso hallazgo:

-He decidido quedarme con esto como regalo de despedida.

Edgar mostró la baraja.

Amalio abrió los ojos como platos y tartamudeando exclamó:

-¡Dios mío! Creí que habían sido enterradas con su amo!!

-¿Qué?

-Edgar. Ahora quiero que me escuches atentamente. No pienses en las cartas, solo deja tu mente en blanco y no pienses en ellas hasta que las coja.

-¿De qué hablas? Solo son unas cartas viejas.

-Cierto, pero son algo más. Ahora imagina montañas, verdes prados, lo que sea, pero déjamelas recoger. Antes de que sea tarde.

-Amalio, ¿Tienes miedo de esto?

Edgar mostraba las cartas como si estuviese en el escenario a punto de hacer un numero, esto provocó que Amalio se levantará alarmado.

-¡Oh, no! Edgar déjalo. ¡Es peligroso!

Pero cuando Amalio rozaba con los dedos la carta más cercana, Edgar movió su mano e instintivamente pensó en mantenerlas lejos de su amigo.

Egar sonrió y exclamo:

-¡Hoplá!

Esto hizo gritar un Amalio que casi parecía un loco:

-¡Noooo! ¡¡No sigas, insensato!!

Una descarga eléctrica más fuerte que la primera le llegó desde las cartas hasta casi el hombro, dejándole el brazo casi dormido y sin tacto en la mano.

Para su asombro, la sensación de ausencia de las cartas después de la corriente, no era falsa: La baraja había desaparecido de su mano izquierda.

-¿Qué ha sido eso?¿Dónde se han ido?

Amalio se sentó, casi desmayado en su sillón orejero. Su rostro parecía haber envejecido siglos en unos instantes.

-Esas son cartas mágicas. Mágicas de verdad, Edgar. Cuando son tocadas por alguien, despiertan. Y si se hacen algun numero de magia, se crea un vinculo entre ellas y su nuevo propietario.

-¿De qué me estas hablando?

-Piensa en ellas un momento, e imagínatelas puestas en mi mano.

Amalio extiende la mano derecha con la palma hacía arriba. Si bien esta tiembla más de lo habitual, apenas su voz se muestra insegura y a la vez es lúgubre.

-Amalio, esto es una broma de despedida muy lograda, pero...

-¡Hazlo! ¡Imagina tus nuevas cartas en la palma de mi mano!

Amalio había gritado a su amigo y discípulo por primera vez desde que se había conocido. Hacía más de cincuenta años.

-Esta bien. Pero no hace falta que me grites.

Edgar se concentró, y en apenas un segundo, su mente creaba la imagen del mazo de cartas en la mano de su amigo. Un hormigueo se apoderó de su cuello rodeándole la cabeza, y pasando dentro de su cerebro.

Para su asombro, un destello se formó entre los dedos de Amalio y allí estaban de nuevo: Las cartas descansaban en la mano de su amigo, que se le había mudado la expresión de los ojos.

Este habló con el mismo tono anterior al grito:

-En efecto. Es demasiado tarde. Ahora ya estáis vinculados. Solo te puedo exigir que no las uses nunca.

-¿A qué viene todo esto, Amalio? Es extraordinario este invento tuyo, ¿Pero todo este montaje de feria?

-No es un invento mío, Edgar. Estas son las cartas del mayor mago del mundo.

Es el turno de Edgar en cuanto a abrir los ojos como platos.

-¿Te refieres a él?

Dijo este señalando a un cartel en la pared, donde un hombre ataviado con el típico vestido de chino mostraba un as de picas.


-Si. Estoy hablando del Gran Ming Fú.

-¿Quieres decir que estas son...?

Amalio respondió con un resuello, mientras se secaba el sudor de la frente:

-Todas y cada una de estas cartas son las que se conocen como: La Baraja Mística o Naipes Místicos, Edgar.

Edgar se pone de pie y mira con asombro hacía su mano donde descansan las cartas. Amali mueve la cabeza afirmativemente, mientras sus ojos niegan lo que esta pasando:

-Las mismísimas cartas que usaba el Gran Ming Fú.

Continuará...

2 comentarios:

Susana dijo...

xd he leido pero estoy emboba con la canción de Sinatra ayyy, los continuará me ponen de mala leche pa que negarlo jejeeje oye que no te veo emmmm

Blackjoker dijo...

LLevo fatal el correo, y por tanto no me "ves". Pero tranquila.Por cierto he añadido una canción que me encanta y que he recuperado hace poco. Por varias razones os recomiendo escucharla:

Tongue Tied.

Prueba a escucharla sin saber de donde viene e intenta descifrar la letra. Luego mira el El videoclip ..
Y finalmente,la La serie .. donde este fue creado.

Es una gran serie, además me animaba, (y ahora que la he recuperado lo volverá aha hacer) en dias grises. Besos a todos.BJ.