La JukeBox del Pub

domingo, 6 de abril de 2008

Como perro y gato

El matrimonio de Gema y Pedro había llegado a un punto sin retorno: Se odiaban.
Su relación había acabado por convertirse en una guerra fría con algún que otro episodio de hostilidades abiertas; Algunas de ellas rozaron la ilegalidad.
Esos episodios, habían logrado que perdieran todos sus amigos, incluso los vecinos deseaban más que nadie, la firma del divorcio .
Pero este nunca llegaba.
Ese era uno de las pocos puntos en común que todavía compartían tácitamente.
Solicitarlo sería rendirse y verse humillado por el enemigo; Además, antes que la custodia de su hija, preferían discutir por quién se quedaba la casa.
Sin embargo, Pedro estaba más que harto de ese largo compás de espera. Tenía un plan y pensaba llevarlo a cabo esa misma tarde. Todo estaba bien calculado.
Esa noche seria un pobre viudo con todo el patrimonio intacto.
Se le había ocurrido hacía dos meses: Cuando un técnico vino para reparar la lavadora. Mientras hacía su tarea, este recomendó a Pedro que sacará esa rueda de bicicleta del lado de donde se abría la puerta de la cámara frigorífica. Él preguntó qué por que no podía dejarla ahí.
El hombre le explicó que había sido testigo de cómo una puerta abierta con mucho ímpetu, había llegado ha rebotar contra una manguera enrollada para luego, al romperse el tornillo interno, dejar a su ayudante en el interior sin poder salir. Por suerte para el chico, él estaba fuera y pudo abrir la puerta. El pobre muchacho salió como histérico y muy asustado.
Pedro lo vio claro. Una tragedia ideal: Gema encerrada en la cámara, muriéndose de frío.
Trazar el plan fue sencillo: Gema era un reloj con patas, siempre hacía los mismos actos a la misma hora. Así era fácil provocar el “accidente”.
Esa mañana, Pedro comprobó que en la nevera no quedaba helado de limón.
Así la obligaría ha buscarlo en la cámara del sótano.
-"Oh, si!" pensó Pedro, su “querida” Gema, no podía pasar un solo día sin comer alguna chucheria, y si se ponía de mal humor, solo la apaciguaba el dichoso helado.
Así, la primera parte del plan estaba listo: se había encargado de poner de los nervios a su mujer. Luego una vez que esta se había ido a trabajar, limó el tornillo interno de la puerta, para que se rompiera al primer golpe.
La segunda parte era buscarse una coartada, y ahí entraba su perro “Sparky”, un golden de tres años.
Con la excusa de llevarlo al veterinario, se había asegurado que fuera a la hora en que su mujer entrará en casa.
A la vuelta del veterinario, Pedro iba ensayando su papel de marido destrozado. Incluso tenía lista su declaración para la policía.
Al llegar a casa, tuvo cuidado de hacer las mismas cosas que en otro día normal.
Después fue a la cocina, y sin esperar más bajó las escaleras del sótano gritando el nombre de su mujer. Como un niño jugando al escondite con su hermanita.
Al acercarse a la ventana de la cámara, tuvo un escalofrío. Una parte de él no quería que fuera verdad, mientras que otra parte deseaba que su plan hubiese funcionado.
Allí estaba el cuerpo de Gema de espaldas a él. Estaba en posición fetal e inmóvil.
Pedro empezó a reír como un histérico, y abrió la puerta con cuidado, encontrando el trozo del tornillo interior. Sí. Había sido un éxito.
La tercera parte del plan era preparar la escena y la declaración perfectamente. Se quitó su abrigo y tapó el cuerpo inerte de su esposa. Después subió para llamar a los servicios de emergencia.
Cuando estaba a punto de llamar, aprovechó el estar arriba, para dejar entrar a “Sparky” y así, darle un premio por su buen comportamiento en la clínica veterinaria.
Para su sorpresa, el perro lo ignoró y se lanzó escaleras abajo.
Pedro siguió asustado a su perro hasta encontrarlo en la cámara frigorífica.
El can estaba mordisqueando el abrigo, dejándolo perdido de babas.
Pedro lo apartó y buscó que estaba volviendo loco a su mascota. En el interior del bolsillo derecho, Pedro sacó el hueso de juguete de “Sparky”. Era lo único que la ayudaba a trasladarlo hasta el veterinario sin rechistar.
Pedro lanzó el hueso con rabia hacía fuera. Para su mala suerte “Sparky” en su afán de recuperar su querido hueso, golpeó con fuerza la puerta. Hasta hacerla rebotar.
El único que escuchó el grito de horror exclamado en la cámara frigorífica, fue el propio Pedro.

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